lunes, 6 de septiembre de 2010

¿Santo matrimonio?


Al abrir los ojos supo que el momento había llegado. Sabía que ese día no iba a ser igual al resto, que algo diferente pasaría en su rutina diaria. Comenzó a vestirse con un traje elegante que le había traído, probablemente su abogado o alguien cercano, el día anterior. Trató de estar lo mas elegante posible para esa ocasión especial. Al terminar, sabía que su destino estaba cerca, que era el final de una etapa.

En otro lugar de lima, en la prisión femenina de Santa Mónica, Elena Iparraguirre hacía lo propio. Se vestía con clase para la fecha esperada. Tenía que recorrer casi media ciudad para estar cerca a su amado, para poder, de una vez por todas, contraer matrimonio con su querido “Presidente Gonzalo”. Terminó de vestirse y partió, rápidamente, hacia el Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la Base Naval del Callao

Al llegar, buscó con la mirada, de una manera rápida, a su futuro esposo. No lograba encontrarlo hasta que, finalmente, lo halló. Ambos se vieron y se pudo notar, con claridad, que aún existía en sus ojos ese fuego que los unió por muchos años. Esa pasión que los mantenía vivos y que los llevó a cometer los mas atroces crímenes de la historia del Perú. Sin embargo, esas ideas no pasaban por sus cabezas ahora, solo pensaban en lo felices que serían, en el tiempo que habían perdido para formalizar su unión. Ahora solo había tiempo para poder unirse ante la sociedad, esa sociedad que no acepta del todo su matrimonio y que, en algunos casos, piensa que es hasta ridículo.

Se dieron el sí luego de varios minutos, 15 aproximadamente, en presencia de sus familiares, los testigos y las autoridades del Consejo provincial de Chorrillos y del INPE. El momento glorioso había concluido y se sentían más que satisfechos, como cuando terminaban de cometer sus sangrientos ataques. Se tomaron de las manos, y como esposos, departieron un momento con los testigos. No podían ocultar su felicidad y su algarabía, aunque sabían que el momento no se extendería. Sabían que esa alegría duraría tan solo unos minutos ya que, después de ese hecho, cada uno volvería a su celda, al lugar donde pasarán el resto de sus vidas, solitarios y sin poder estar al lado de la persona amada.

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