lunes, 22 de noviembre de 2010

Jugando con la Locura

Cuando el periodista Eloy jauregui conversaba con un colega suyo acerca de los locos que se mueren dentro del larco herrera, se escandalizó tanto que se presento ante el ministro de salud para solucionar los problemas que existían dentro de este hospital mental.
-          Quiero hacer un reportaje acerca del Larco Herrera. He escuchado que los locos se mueren ahí dentro
-          Ahí solamente ingresan los médicos. No periodistas-dijo el ministro entre risas.
-          Pero se están muriendo los locos.
-          Y a mí que chucha. Un loco menos es un chico mejor alimentado.
El periodista indignado ante la respuesta del ministro, se dio media vuelta y se fue tan rápido como un loco que se cree auto. Pidió permiso a otras áreas para poder ingresar a hacer un gran reportaje, pero nadie le daba “bola”. Al regresar a casa, cansado de recibir las puertas con su cara, se sentó frente a su esposa en el comedor.
-          Con este tema me gano un premio. Prepárame mi peor ropa mujer, la más cochina, la más vieja, la más usada.
-          Pero es esa, la que tienes puesta- contesto la esposa.
Al día siguiente, el periodista Eloy jauregui se dirigió al larco herrera. Llegó temprano, solo y dispuesto a ejecutar su plan. Se colocó en la cola para internarse, haciéndose pasar de demente, de enfermo mental. Debido a la huelga, el periodista fue atendido por las fuerzas de emergencia que había utilizado el hospital. Mientras hacía su cola observó que el hospital parecía un campo de concentración cuidado por guachimanes con escopetas de perdigones. Esos perdigones que no te matan pero te dejan un olor tan insoportable como aguantar un olor de poto de loco, sobre todo si te caía en la parte inferior del vientre. Cuando se le pregunto el por qué de su internado al periodista jauregui no se le ocurrió otra coas mas que decir:
-          Quiero matar a mi padre
-          ¿Por que? - preguntó el encargado
-          Porque es Aprista
Sacó sus monedas, pagó cinco soles e inmediatamente recibió un ticket. Al verlo se dio cuenta de que le tocaba en el pabellón 7, el pabellón de los malditos. Se instaló rápidamente y minutos depues tuvo su primer encuentro con una persona de edad media.
-          Donde te duele - le pregunto aquella persona.
-          En el estómago y de ahí me sube a la cabeza
-          Nunca saldrás de aquí.
-          ¿Por qué? - replicó el periodista.
-          Los únicos que salen son los que tienen el dolor al revés. Primero la cabeza y después el estómago.
Cuarenta y ocho horas después de haber ingresado, harto de todo, Jauregui, todavía en uso de razón, pidió salir del hospital de enfermos mentales. Ya era muy tarde.
-          Ya me quiero ir a mi casa- le dijo al enfermero que pasaba por ahí.
-          Ya te he dicho que de aquí no vas a salir.
-          Es que yo no estoy loco-dijo jauregui- soy periodista. He venido a hacer un reportaje, a construir una crónica para después enseñarles a mis alumnos de la Universidad de Lima.
-          Todos los que están acá internados son periodistas- contesto el médico.
Los segundos se hicieron minutos, los minutos se hicieron horas y las horas se hicieron días, y el periodista Eloy Jauregui aún seguía dentro del hospital mental, aguantando todos los peores hechos y situaciones que uno se puede imaginar. Seis dias después, absolutamente fuera de sí, mientras chupaba cañaso y fumaba pay, Eloy Jauregui decidió salirse de una vez por todas de aquel loquerío trepando por la pared. Corrió decidido y empezó a trepar el inmenso muro que lo separaba de su libertad. Los enfermos y “drogos” que los acompañaban empezaron a gritar mientras lo ayudaban a trepar.
-          Sálvanos, sálvanos Eloy. Eloy es el hoy. Sálvanos, sálvanos Eloy. Eloy es el hoy.
Todo el distrito escuchó aquel bullicio. El coro que repetían los locos del Larco Herrera estremeció las cuadras de magdalena del mar. Ningún rincón se escapó de aquel griterío.
-          Sálvanos, sálvanos Eloy. Eloy es el hoy. Sálvanos, sálvanos Eloy. Eloy es el hoy.
Veinte minutos después, el periodista Jauregui estaba en la calle, corrió hacia la Av. Del ejército a tomar su “moradito”, una línea de transporte público que lo llevaría a su casa. Metió la mano a su bolsillo y se dio con la sorpresa de que no tenía ni un sol.
-          Y ahora, ¿cómo carajos llego a mi casa?- se preguntó.
Repentinamente pasó el moradito. Se apresuró a tomarlo y, sabiendo que no tenía plata, se sentó en el último asiento aquella estrecha combi. Pasaron unos minutos y el cobrador se le acercó y, con cierta ironía le dijo:
-          Ya pe huevón, paga paga, no te hagas el loco.

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