Aquel frío día del 12 de febrero de 1976, Gabriel García Márquez se vistió con su mejor ropa. Bastó con un traje elegante y una buena pasada de su colonia favorita para que quedara listo. Y no era para menos ya que ese día se dirigía a una exhibición privada de cine donde vería “La Odisea de los Andes" junto a su amigo Mario Vargas Llosa, quien precisamente, había escrito el guión de esa película.
Al llegar, se encontró con el autor de la Ciudad y los Perros. ”Mario” Fue lo que alcanzó a decir antes de que Vargas Llosa lo mandase a la lona de un derechazo certero en la cara, como imitando a uno de sus personajes que más sabía de lucha en el colegio militar Leoncio Prado, el Jaguar. La caída fue estrepitosa, sin lugar a dudas. La alfombra roja que había en el suelo fue quien cubrió, en cierta medida, el ensangrentado rostro que tenía el Gabo en ese momento. Hubo un minuto de silencio, como si algo hubiera muerto. Y efectivamente, algo murió. La amistad que los unía desde hacía mucho tiempo quedó hecha pedazos, hecha trizas, con ese golpe mortal que estaba cargado de muchos elementos que fueron el detonante de esa airada reacción.
Pasado el minuto, algo sucedió. Mario se acercó lentamente donde Gabriel y le dijo algo que dejó en claro una de las causas del por qué había reaccionado así. "Esto es por lo que le hiciste a Patricia en Barcelona". Sin embargo, el problema venía de más atrás. Según el fotógrafo Rodrigo Moya, quien logró hablar y fotografiar, dos días después, al autor de Cien Años de Soledad con su rostro herido, el hecho se remonta a años atrás. "Mientras ambas parejas vivían en París, los García Márquez habían tratado de mediar en los disturbios conyugales del autor peruano y su mujer "acogiendo" las confidencias de aquél. Cuando los Vargas Llosa se reconciliaron él supo que sus secretos se habían revelado y se sintió "gravemente ofendido"”. Esto habría llevado a Mario a pensar que algo más sucedía entre ambos, su amigo Gabo y su mujer Patricia, y que probablemente, llegó a descubrir en Barcelona.
No obstante, algunos creen que el verdadero detonante no fue el hecho de que Mario Vargas Llosa haya descubierto algo ya que, probablemente, no sucedió nada en realidad, sino que lo usó como excusa para ocultar sus verdaderas razones, las diferencias políticas que iban aumentando entre ambos. Según el fotógrafo, recuerda claramente que al ver a García Márquez, le preguntó qué había pasado y que éste se mostró "evasivo" y "atribuyó la agresión a las diferencias (con Vargas Llosa), que ya eran insalvables en la medida que el autor peruano se sumaba a ritmo acelerado al pensamiento de derecha".
Treinta años después de lo sucedido, en el 2007, el fotógrafo Rodrigo Moya difundió por primera vez las fotografías que logró tomar, luego de dos días, del fatídico suceso. "Las guardé 30 años, y ahora que él cumple 80, y son ya 40 de la primera edición de Cien años de soledad, considero correcta la publicación de este comentario sobre el terrorífico encuentro entre dos grandes escritores, uno de izquierda, y otro de contundentes derechazos", concluye Moya.
Solo Dios sabe los verdaderos motivos de esta enemistad que les toco vivir, pero ninguno de los dos se imaginó, especialmente Gabriel García Márquez, interpretar en vida propia una “Crónica de una muerte anunciada”.
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